Wilma, una despampanante y prototípica rubia Playboy, 94-63-96, es la representante española. Ha hecho carrera en Latinoamérica siendo la chica sensual de los recados en varios programas de la televisión chilena, y desde Buenos Aires ha presentado algunos espacios en el canal erótico. A Sara Santos, morena lisboeta, le falta su descaro, pero compensa su timidez alegrando al personal con la cara de no haber salido nunca de su madriguera. Las dos compiten por ser las ganadoras del certamen iberoamericano de Miss Playboy TV, donde —siguiendo el protocolo de concursos de esta índole— la ganadora no se pone las orejitas, sino una corona.
Sus bellas guardias de Corps son algo más veteranas en esto de sumergirse en 'jacuzzis' y elevar temperaturas. La valenciana Blanca Llorca cede su título a Wilma. Ella tuvo que recoger el testigo de Arancha Bonete, que ahora comparte carretera con un Pocholo tan incansable como el 'conejito' de Duracell.
Liliana Queiroz, la portuguesa que fue reina absoluta del canal en 2007, es por ahora la única de las cuatro que conoce a Hugh Hefner, el multimillonario fundador de Playboy que, con su omnipresente batín, reúne con frecuencia en su mansión de Los Ángeles a 'playmates' y a sus neumáticas novias oficiales. «No nos dan envidia, cada chica es distinta y nosotras tenemos muchas otras cosas de las que estamos orgullosas», dice Miss Playboy TV Latinoamérica & Iberia 2007. El orgullo es un pecado imprescindible para ser una de las señoritas de Hefner, aunque ellas, previsibles Playboy, prefieran la lujuria.
Para Mariano Varela, gerente general de la cadena en Iberoamérica, hace falta, sobre todo, una «actitud Playboy»: carisma, personalidad, mirada e imagen envolvente. Y un buen físico, por supuesto. Sus chicas se encargan de poner cara a la cadena de contenido erótico por cable y digital más vista internacionalmente, de modo que son «las embajadoras de Playboy TV en el mundo». Las representantes de la Península llenan la cámara como auténticas profesionales de la sensualidad; por lo que ya se perfilan como las favoritas para ganar el concurso pan regional.
Pero, aun a riesgo de romper mitos, es justo advertir que sus sobresalientes labios no están siempre en posición de ataque. «Nosotras también tenemos un punto de chicas normales, no envidiamos a las mujeres que no tienen que ir siempre arregladas por la calle», dice Blanca.
Mientras Wilma y Blanca se maquillan en su vestidor, Liliana escucha música tumbada en una hamaca, en la terraza de la suite de un hotel de la Gran Vía. Y a Sara le dan consejos sobre cómo hablar en las entrevistas programadas para la jornada en que se convertirá oficialmente en Miss. «Puedes hablar en portugués, pero hazlo despacio. Aunque si sabes alguna palabra en español, intenta decirla, porque quedará mucho mejor», le asesora un miembro de Playboy. Pero cuando la cámara empieza a grabar, las cada vez más experimentadas modelos se convierten en las diosas de la lujuria con las que fantasean los consumidores de la marca.
Chapotean entre las burbujas de la bañera, yacen sensuales sobre una cama y comparten confidencias en sus largas tardes de promoción. Son el octavo pecado capital.
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